Posiblemente a más de uno, al abordar este tema tan tenebroso de las posesiones y de los exorcismos,  le vendrá a la mente alguna imagen de la mítica película “El Exorcista” y, por qué no, con todo el derecho del mundo, seguramente se cuestionará la existencia de tales fenómenos, creyendo que se trata de un hecho aislado, más propio de una película de terror  que de un hecho real

Nota aclaratoria: El presente artículo fue escrito el día 11 de febrero de 2014 por Ruth Peinado.

Pues el ser humano, por ley, suele estar preparado y dispuesto a aceptar aquello que puede ver con sus propios ojos y a negar lo que no ve. Y, aunque hay quien dice que primero has de tener fe para ver, pertenezco a la escuela de los escépticos; en mi caso, primero prefiero ver y luego creer…

Como buscadora inquieta de respuestas a los más grandes misterios la curiosidad me ha llevado a vincularme al mundo de la investigación; tratando con todo tipo de personajes dentro del mundo de las terapias alternativas y de aquello que llamamos magia, pues como dice un buen amigo mío, la vida en sí misma ya es mágica y es un gran misterio.

He tenido el honor de vivir situaciones, en ocasiones apasionantes a la par que espeluznantes. Con lo que voy a narrar no pretendo convencer a nadie de nada, pues si hay algo que digo a quien se dirige a mi en busca de asesoramiento o ayuda es sencillamente, que no crea lo que le digo, si no que lo experimente por sí mismo; con cautela y si es posible acompañado de un buen profesional.

La primera vez que pude asistir a dos exorcismos no era lo que pretendía ver ni lo que iba buscando, ni yo ni las más de cincuenta personas que habíamos en la sala donde tuvo lugar el hecho. Surgió de forma muy casual, en un encuentro con una especie de chamán venido de México y el cual había convocado unas ruedas energéticas de varios días. Para quién desconozca de qué se tratan estas ruedas, le puedo adelantar, que son reuniones donde los asistentes se sientan formando un círculo o varios con la intención de mejorar su salud o esperar que tenga lugar una “sanación espontánea”. Es un tema muy curioso que, de tener la ocasión, abordaré más adelante.

Antes de entrar en la sala, vi salir a una compañera con la cara desencajada diciéndome que ella no quería estar allí dentro porque había visto cosas muy raras y que se marchaba a su casa; esta amiga apenas podía articular palabra, pero en ese momento, yo me reí porque lo último que me podía imaginar era llegar a ver lo que sucedió a continuación.

Muy decidida, con ganas de experimentar sensaciones nuevas, pero sin expectativas de nada, entré; había dos ruedas de unas treinta personas aproximadamente cada una. Al entrar me recibieron dos jóvenes vestidos de blanco. La sala estaba llena de incienso, también había mucho humo procedente de sahumerios que se estaban realizando y varios acompañantes del chamán que tocaban unos cuencos de cuarzo emitiendo un sonido bastante potente y agradable. Hasta el día de hoy no he llegado a entender el motivo ni la repercusión que tenían esas frecuencias en aquél momento. Pero a día de hoy, y fruto de mis investigaciones con Grupo 3 y Realidad Oculta, ahora entiendo que los ultrasonidos sirven para ahuyentar a las bajas vibraciones también llamadas malas energías.

Me invitaron a sentarme en una silla de la primera rueda y así lo hice. Una vez sentada, me llamó la atención que había una chica de unos 18 años con la cabeza hacia atrás, como si estuviera inconsciente, a la que nadie atendía. Pensé que se había desmayado a causa del calor, del humo o del ruido. En unos momento el chamán se acercó a la chica, y junto con dos de sus acompañantes la llevaron a una de las camillas. La colocaron boca arriba, empezaron a tocar su cabeza, su estómago y le hablaron. Fue en cuestión de segundos que sus ojos se pusieron en blanco. Hasta aquí todo podía parecer tener algún sentido, si no fuera porque la jovencita empezó a tener espasmos, a rugir como un felino y hablar con diferentes voces en diferentes idiomas. Su cara se desencajó, sus ojos, antes blancos, se volvieron rojos y todos pudimos ver como de sus manos salían unas garras mientras intentaba agredir a los que estaban a su alrededor. Fue un episodio de unos tres minutos. Cuando pasó ese tiempo, la chica volvió en si, recuperó su apariencia y decía no recordar nada.

Estuve hablando con el grupo que acompañaba al chamán para entender y asimilar lo que había visto. Efectivamente, me dijeron que se trataba de un exorcismo; el motivo del suceso según ellos, era que la joven había practicado rituales de magia negra.

Con ánimo de relajarme, volví a entrar en la sala, la cual, después de la experiencia parecía en calma. La gente respiraba tranquilamente, sonreía y parecía estar mucho más receptiva. Todo parecía que había vuelto al punto de partida, cuando justo, en esa misma rueda, en otro lugar diferente; en esta ocasión una señora de unos cuarenta años, robusta, de piel oscura y pelo negro, se quedó inconsciente como la chica.

El procedimiento fue el mismo, sólo que en este caso, al estar en la camilla; parecía tener una fuerza descomunal, clavó sus garras al chamán lanzándole todo tipo de improperios y maldiciéndolo por lo que estaba haciendo. En esta ocasión la entidad que tomó a la mujer era mucho más violenta que la anterior; levitó de la camilla, daba patadas al aire y parecía estar fuera de control. Ordenaron desalojar la sala de inmediato, pero no fue necesario; porque la gente salió corriendo, despavorida, llorando. Incluso los propietarios de la sala, entre ellos un hombre mayor, no sabían dar una explicación a lo que habían visto e intentaban restar importancia.

Por suerte, hasta la fecha, no he sido testigo directo de casos similares; pero sí tengo constancia de dos exorcismos realizados por dos buenos amigos. Uno es el Xavier Martínez (maestro de Reiki), y el otro lo realizó el parapsícólogo, Josep Salvans, éste último tuvo que solicitar la ayuda de seis compañeros más, pero quien redimió a la afectada finalmente fue él solo, mientras los compañeros se quedaron arrinconados sin saber qué hacer.

Una reflexión para los que opinan que todos estos síntomas son producidos por nuestro inconsciente, llegando incluso a afirmar que se trata meramente de una enfermedad mental. ¿Es tan poderosa nuestra mente hasta el punto de poder cambiar nuestra apariencia física, de hacernos hablar idiomas desconocidos por nosotros y con voces tan dispares? Realmente creo que hay que ser muy buen ventrílocuo y que la ciencia prefiere seguir negando todo aquello que no puede explicar racionalmente.

Pero como os dije, no creáis nada de lo que os he dicho, salid, experimentad; tal vez os llevéis una grata sorpresa…