El llamado Mal de Ojo es un fenómeno psíquico que ha prevalecido en el paso del tiempo en diferentes culturas y partes del mundo. Si bien es cierto que cada una lo ha interpretado de diferente manera, todas parten de una misma premisa: La energía negativa puede influenciar en tu día a día. Por ello, son muchas las culturas que a lo largo del tiempo han establecido métodos para prevenirlo y combatirlo. Las teorías de cómo se produce son variadas, aunque en esencia todas coinciden en que la energía negativa emitida por un tercero puede ser altamente perjudicial para uno mismo
Como otros muchos fenómenos el mal de ojo se fundamenta en la energía que desprende el ser humano. Dicha energía siempre ha estado presente desde los inicios de la humanidad. Canalizamos energía cuando rezamos, cuando deseamos fuertemente que algo se cumpla. Igualmente algún mecanismo desconocido nos permite irradiar energía y que otras personas la perciban. Puede ser energía positiva o energía negativa: lo que habitualmente se llama en culturas como la asiática la energía vital, el aura… la cual regula aspectos cotidianos como el carácter, la vitalidad o mismamente la salud.
Como es normal, la ciencia formal niega en rotundo la existencia de dicha energía. Pero la realidad es que todos nos hemos sentido incómodos con gente de nuestro alrededor por diversos motivos: Es una persona negativa, una persona en la cual detectamos maldad… Aquella intuición siempre está ahí, y es de necios negarla.
Quienes son entendidos en el mal de ojo, tradicionalmente personas con tradición familiar como curanderos o sanadores, abundantes en todos los países, nos cuentan que los síntomas son variados: enfermedades de carácter físico como pueden ser fiebre, diarrea o agotamiento diario permanente hasta psíquicos, como depresión, ansiedad, estado de ánimo bajo, y en casos más severos, alucinaciones.
Los curanderos expertos en esta materia afirman que si es posible con una carga negativa suficiente y solo con el deseo de perjudicar a terceros provocar un mal a otra persona. Aclaran que no todo el mundo tiene esa capacidad y que como todo hay personas más desarrolladas que otras. También afirman que otras personas tienen la capacidad de transmitir bondad en la vida de las personas donde dirijan sus plegarias o deseos.
En su opinión, no es necesario realizar rituales especiales para canalizar una energía -positiva o negativa- sobre un tercero. Solo con el deseo de realizarlo consciente o inconscientemente llevan a cabo su objetivo. Suelen ser personas con una elevada carga de energía negativa acumulada: bien por envidias, por haber acumulado mucho sufrimiento a lo largo de su vida, o por capacidades desconocidas.
Es ahí donde debemos tener especial cuidado, pues todos en nuestra vida tenemos en mayor o menor medida personas con las cuales estamos enfrentadas y que en muchas ocasiones son -y somos- inofensivos pese a los malos deseos, pero nadie nos libra de encontrarnos con estas personas en apariencia normales.
Y no solo el hecho de que alguien desee el mal a otro puede dar resultados. Se debe tener especial cuidado con objetos, por ejemplo regalos de alguien que no tenga especial afecto por ti. Muchos objetos pueden ser impregnados de malas energías sin percibirlo ni siquiera la persona que lo entrega, solo por el mero hecho de tener sentimientos negativos.
Muchas personas con capacidad de curación afirman que durante el momento en el que está con la víctima de un mal de ojo puede visualizar a su alrededor una especie de figura rondando alrededor de esta. Pero lejos de estar ante una entidad espiritual negativa, lo más acertado sería pensar que nos encontramos ante un Tulpa o una forma pensamiento: Una entidad «artificial» creada por el agresor.
Quienes me conocen saben que siempre he sido una persona poco predispuesta a creer en este tipo de fenómenos. Pero como muchas veces ocurre, el fenómeno a veces te encuentra a ti y a veces cuando menos te lo esperas.
Mi experiencia comienza en el año 2019, cuando por razones desconocidas comienzo a sentir, de un día para otro, un agotamiento excesivo que me impide incluso muchos días realizar tareas totalmente cotidianas. Durante este periodo he acudido a diferentes médicos en busca de una respuesta a mi padecimiento sin encontrar un remedio que pudiese ponerle freno.
Uno siempre lo achaca al estrés del día a día, a la rutina, pero siempre con la idea de que pasará más pronto que tarde. Lo preocupante es cuando se perpetúa en el tiempo.
Durante un reciente viaje a Brasil, comentando dicha experiencia a una persona, me comentó la idea de ir a visitar a un curandero local de una pequeña localidad donde solía alojarme y famoso en toda la comarca. Era la primera vez que acudía a un curandero en toda mi vida, más atraído por la curiosidad que por la idea de curarme decidí aceptar la propuesta y puse rumbo al lugar.
Residencia donde fue llevado a cabo el ritual
Me encontraba ante un sitio bastante humilde, nada de lujos y sobre todo nada que indicase que en aquella casa de campo se realizaban rituales sanadores. Me recibe Raimundo, «Raimundo el del Rezo» como es conocido en la zona. Raimundo es una persona de no más de 1,70, de avanzada edad y con dificultades para comunicarse debido a un ictus que le paraliza medio rostro.
Tras verme, me indica que pasase dentro junto a Joao, mi acompañante y que me serviría de traductor en la experiencia. Nos encontramos ante una sala pequeña, con apenas 3 sillas y un altar esquinero con diversas figuras católicas y una que me llamó poderosamente la atención: la de la divinidad Yemanyá, protectora de los hogares, que en el catolicismo es sincretizada como la Virgen María.
Rápidamente comienzo a sentir que aquella sala tenía unas vibraciones -energías- que no había sentido antes. Una especie de aura de divinidad invadía el ambiente, en cierto modo, me sentía acompañado por alguien más que mis acompañantes físicos, y no era una compañía ni mucho menos negativa.
Raimundo procede a empezar el rezo mientras yo comienzo a sentir, posiblemente sugestionado -o no, nunca lo sabremos-, una especie de desprendimiento en mi cuerpo, como si algo quisiese salir, sobre todo en la zona de las piernas -el propio sanador me indicó que las estirase mientras ejecutaba su ritual-.
Tras terminar de rezar, me indicó que volviese al día siguiente para seguir, dado que había percibido muchísima energía negativa a mi alrededor y era -posiblemente mi aura, o energía vital- la que estaba luchando con ella y de ahí provenía mi agotamiento. Su diagnóstico era claro, sus palabras eran certeras: Envidias.
Pero… ¿Qué podemos definir como envidias? ¿He sido víctima durante todos estos años de un posible mal de ojo? ¿Se refiere a energías negativas lanzadas por una persona de mi entorno hacia mi hace unos años? Sea como fuere, y hablando desde la objetividad de un curioso, lo cierto es que desde que crucé la salida y hasta el día de hoy me encuentro bastante mejor y sin apenas cansancio.
De hecho, este artículo ha nacido al recuperar de nuevo las ganas de escribir, de las cuales carecía, y que por suerte han vuelto a aparecer.
En conclusión: ¿Se podría decir que la sugestión ha ejercido un papel fundamental en toda esta historia? Posiblemente si, como bien he dicho antes nunca lo sabremos, pero lo cierto es que muchas de estas técnicas funcionan quizá no para un cáncer o enfermedades mayores, pero si deberíamos explorar la posibilidad de poder acudir, con la mente abierta, a este tipo de lugares porque realmente, y sin aparente explicación, tienen unos notables resultados.
El curandero, Sr. Raimundo, que pidió expresamente no mostrar su rostro
Energías, mente, consciencia… son conceptos intangibles que posiblemente jamás podremos llegar a definir de forma certera, pero que de forma inequívoca han estado presentes desde que el ser humano marcó presencia en el Planeta Tierra y que sin duda, y así lo han transmitido todas las culturas, tienen un papel fundamental en el día a día de esta rigiendo nuestras vidas hasta el momento presente.
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