Tal vez uno de los elementos mas utilizados en los relatos sobrenaturales sean las casas encantadas, donde todo comienza con ruidos extraños y acaba con apariciones de espíritus, y es que reconozcamoslo, todos alguna vez hemos sentido miedo en una casa, aunque para ello tengamos que retroceder a nuestra más tierna infancia
Nota aclaratoria: El presente artículo fue escrito el día 9 de septiembre de 2013 por Ana Belén Sánchez.
Dejando a un lado la ficción, es innegable lo inquietante o poco apetecible que resulta vivir en una casa donde se ha cometido un crimen atroz o una tragedia, que por su naturaleza supera hasta a las mentes más retorcidas.
Yo sin ir más lejos y hace aproximadamente una década cuando me mude a Madrid, descubrí un día en los informativos que en mi portal y en mi misma planta hacia unos años había tenido lugar «El crimen de la vidente«. Ni que decir tiene que no pare hasta descubrir si había tenido lugar en mi apartamento, mientras miraba el suelo recelosa. Finalmente pude averiguar que había sido en el apartamento contiguo, invadiendome una mezcla de tranquilidad y decepción difícil de explicar.
Se dedicaba a adivinar el futuro a través de los posos del café, hacia que sus clientes bebieran en una taza y posteriormente interpretaba el porvenir leyendo los restos que quedaban en el recipiente, pero no quería adivinar su futuro porque, decía, podía ver algo raro y así sucedió: su violenta muerte.
María Blanca Suárez González, de 69 años, fue brutalmente asesinada en el verano de 1988 tras recibir a una de las habituales de su consulta. Al poco, la recién llegada sacó de su bolso una pesada mano de un almirez de bronce, de 25 centímetros de longitud, y le asestó 24 golpes en la cabeza. Como la víctima proseguía pegando gritos, la asaltante cogió un cuchillo de cocina y le efectuó dos profundos cortes en las muñecas para que se desangrara, lo que causó el fallecimiento de la anciana.
Un vecino avisó al portero del escándalo. Este, armado con una pistola de juguete, subió al piso y llamó al timbre. Le abrió la puerta una desconocida que, a su vez, empuñaba otra pistola, de las de verdad. Con gran sangre fría le advirtió: «Si te mueves, te vuelo la cabeza«. Su penetrante mirada se quedó grabada a fuego en el cerebro del conserje. La intrusa huyó de inmediato escaleras abajo.
En el interior de la bañera sangraba inerte el cuerpo de la víctima, que contaba con una selecta clientela. Incluso se comentaba que la viuda del anterior jefe del Estado, Carmen Polo, acudía a verla. Recibía diariamente unas ocho o diez personas, a cada una de las cuales cobraba 2.500 pesetas por sesión de cafetomancia.
Inicialmente se sospechó que el robo fuera la causa del asalto, dado que los cajones y armarios estaban en desorden, pero en el cuarto de baño, donde se cometió el atroz crimen, quedaran un anillo, una esclava y una pulsera de oro de la pobre mujer.
El único testigo fue un viejo perro pastor alemán que en ningún momento atacó a la asaltante, sino que se limitó a llorar junto al cuerpo de su dueña.
Las sospechas se dirigieron hacia una mujer que cogió un taxi en las proximidades de la calle Abtao, junto al Retiro madrileño, donde se cometió el crimen. Mostraba síntomas de gran nerviosismo y alteración y su descripción coincidía con la facilitada con el empleado del inmueble, incluido lo de su profunda mirada.
Habida cuenta que la carrera fue hasta la plaza de Manuel Becerra, la policía montó un operativo en dicha zona, en la que participó el conserje. A los dos meses fue localizada. Se trataba de Oliva Amparo Casado García, de 50 años, empresaria, viuda y madre de cuatro hijos.
Según el psiquiatra que la trató, Fabriciano Jiménez Cubero, la procesada podía presentar ocasionalmente destellos de arrebatada ira, además de apreciar en ella un marcado egocentrismo. «Desempeña muy bien su papel, sabe estar y obtiene el prestigio que busca allí donde está, incluso en la cárcel«, declaró en el juicio.
Añadió que mostraba un sentido exagerado de la coartada, ya que de forma instintiva fue incapaz de decir bien la palabra almirez, pronunciando almidrez.
El fiscal solicitó 15 años de cárcel como autora de un delito de homicidio y no de asesinato, como se había estimado inicialmente. La sorpresa saltó cuando se hizo público el veredicto. El tribunal explicó en la sentencia que la absolvía “no tanto por la convicción de su inocencia, sobre la que existen determinados indicios, sino porque en el juicio oral no se pudo demostrar su implicación en los hechos”. Tras permanecer dos años en prisión, la acusada recuperaba la libertad.
Una clienta a la que la vidente quizá leyó su futuro por última vez, no llegó a ver el suyo o no quiso. La muerte la estaba acechando.
En España no se da demasiada importancia a este tipo de hechos, pero en otros países como Estados Unidos las inmobiliarias lo comunican a los posibles inquilinos, existiendo incluso una Guía mundial de casas embrujadas, donde aparecen casas de apariencia inofensiva por fuera pero llenas de secretos por dentro.
Algunas de estas historias o leyendas urbanas de apariciones en viviendas son muy espectaculares y comentadas, como el espíritu de Ana Bolena en la Torre de Londres, o los fantasmas de los marineros del malogrado Queen Mary, que aparecen en la zona de Long Beach, California.
El no comunicarse un hecho así a un comprador potencial puede ser considerado fraude o tergiversación, porque dependiendo de la naturaleza de cada persona que una casa haya albergado un asesinato o un suicidio puede ser tan dañino como una gotera o un defecto físico. Más si tenemos en cuenta que un defecto estructural se puede reparar pero una cosa como ésta nunca desaparece.
¿Hasta qué punto debe revelarse un incidente que echa para atrás a muchos clientes, devaluando el producto, pero cuyas consecuencias en los dueños son impredecibles y difíciles de justificar ante un tribunal?
Podría poner aquí miles de ejemplos de casas marcadas por espeluznantes sucesos y conocidas mundialmente, pero por cercanía y para poder documentar el texto con alguna fotografía, me quedare en la capital.
No hay casa más misteriosa en Madrid que la llamada Casa de las Siete Chimeneas, hoy sede del Ministerio de Cultura.
El edificio fue levantado en 1577 por Juan Herrera y por orden de un montero de Felipe II quien se la regaló a su hija Elena, recién casada con un Capitán de la Armada Española, el Capitán Zapata. En esta casa la pareja se instalo y durante un tiempo vivieron felices, pero a las pocas semanas él tendría que acudir al frente a combatir a Flandes, en la conocida batalla de San Quintín. Aparentemente, Elena quedó sola en casa, desamparada y esperando noticias de su marido hasta que un día recibió la peor de las noticias, su esposo acabar de fallecer en el frente.
Algunos contaban que la joven viuda quedo totalmente desconsolada y se sumió en la mayor de las amarguras y sin atender a razones, loca de pena se convirtió en una especie de espectro o alma errante que deambulaba por la casa hasta que un día apareció muerta, tumbada en la cama y con una enigmática sonrisa dibujada en su rostro.
Aunque todo apuntaba a que había muerto por desamor o abandono, la gente del servicio siempre mantuvo una opinión bien diferente, ya que su ama mostraba claros signos de violencia cuando apareció muerta en su alcoba.
Jamas se esclarecieron las causas de su muerte entre otras cosas porque su cadáver se había esfumado cuando acudieron a la casa para investigar el suceso.
Las malas lenguas contaban que por las noches, un Felipe II totalmente embozado para pasar desapercibido, acudía puntual a la cita con su amante.
Durante un tiempo, en Madrid, no se hablo de otra cosa ya que eran muchos los que aseguraban haber visto el fantasma de una mujer caminando entre las siete chimeneas que coronan el tejado de este palacete.
Contaban que después de recorrer todo el alero se arrodillaba, se daba golpes en el pecho y desaparecía. Con el paso de los años las apariciones dejaron de producirse y la historia de Elena se olvidó.
Por el palacio pasarían muchos nobles y terratenientes hasta que en el Siglo XIX, el Banco de Castilla se hace con la propiedad de este peculiar edificio y con esto el misterio de Elena recobró importancia dando un inesperado giro, ya que durante las obras de reforma del edificio y tras uno de los muros del sótano, unos operarios descubrieron no sin gran estupor, el cadáver de una mujer con un puñado de monedas de oro, éstas, curiosamente, de la época de Felipe II. No obstante, estos no son los únicos acontecimientos misteriosos que rodean a la Casa de las Siete Chimeneas.
Años después, todavía con Felipe II como monarca, otra joven muere en su misma noche de bodas con un viejo hacendado Indio. Parece ser que la joven esposa también tenía ciertos encuentros con el pendenciero rey. La joven apareció en los sótanos del palacete con un puñal clavado en el pecho.
No son pocos los que aseguran que esta doncella también vaga todavía hoy en día por los sótanos de la casa.
Al parecer, la nueva amante del rey consiguió engatusar a un hombre ya bastante mayor para que se casara con ella, pensando que con esto conseguiría provocar celos en el monarca, por lo que parte de su estrategia consistió en convencer al novio para que invitase al rey a la boda, creyendo que el rey poseído por los celos exigiría la rotura del compromiso, pero lejos de sus pretensiones Felipe II se ofreció incluso como padrino.
La novia, enloquecida, y una vez finalizada la boda, pidió al recién estrenado marido que la esperase unos minutos, momento que aprovecho para bajar a la cueva y quitarse la vida clavándose un puñal en el centro del corazón.
Por si estas dos tragedias no fueran suficientes, indicar que la historia del flamante palacete no termina aquí ya que el destino quiso que fuera la vivienda de Leopoldo de Gregorio, Marques de Esquilache, quien llego a ser la persona mas influyente en época de Carlos III, era quien llevaba la hacienda y participaba en todo tipo de decisiones tales como la subida de impuestos de forma desorbitada o quien fue el culpable de que los madrileños no pudieran vestir de determinada manera, ya que prohibió la capa y el sombrero de ala ancha muy de moda por esas épocas, su escusa fue decir que bajo la capa se podían esconder armas y que el sombrero de ala ancha ocultaba el rostro, lo que era intolerable por el peligro que esto conllevaba al no ser fácil identificar a los transeúntes.
Años más tarde, en el Motín de Esquilache, que se produjo en este mismo edificio, un mayordomo fue golpeado hasta la muerte.
Ya en 1960, y en unas nuevas reformas se encontró otro cuerpo, éste masculino y por supuesto anónimo, tras una de las paredes de la casa sin haberse podido determinar de quien se trataba aunque es más que evidente que no término allí de forma voluntaria ni por muerte natural.
La Casa de las Siete Chimenas, hoy en día, es un edificio fácilmente reconocible por las siete chimeneas que coronan su tejado donde como indicaba al principio tiene su sede el Ministerio de Cultura.
Desde Cibeles y subiendo hacia Gran Vía sólo tenéis que tomar la primera calle a la derecha «Calle Barquillo» que desemboca en una pequeña plaza «Plaza del Rey» donde se encuentra el palacete, en apariencia un edificio antiguo sin más relevancia, pero no debemos dejarnos engañar por su inocente aspecto, ya ha quedado claro que su existencia siempre ha estado ligada a hechos oscuros y tenebrosos.
Y así, se escribe la historia de la casa encantada más famosa de Madrid, pero no la única.
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Interesantísimo artículo. En cuanto pase por Madrid me acercare a ver las casa de las siete chimeneas.