Entre 1503 y 1599 diferentes pestes asolaron la península ibérica y afectó a toda Cantabria dejando miles de muertos. Un pequeño pueblo llamado Vargas sobrevivió gracias a un milagro que se sigue recordando y celebrando a día de hoy
Se desconoce el año exacto de dicho milagro, pero no su día: el 20 de enero, que coincide con el día de San Sebastián. Aquel día un mendigo paso por el pueblo pidiendo alimento. Al contrario que en otras localidades, los vecinos de Vargas le atendieron como a uno más dándole alimento y trato familiar.
El mendigo, impresionado por tanta bondad y humanidad prometió rezar por todos para que San Sebastián no permitiera la entrada de la Peste al pueblo. Y así ocurrió.
Los vecinos hicieron la promesa de que cada año se celebraría una fiesta en la que darían de comer a cuantos mendigos acudiesen colaborando todos con su trabajo en la comida. Dicha tradición se conoce como «La Perola de Vargas«, declarada de interés turístico regional.
Las referencias más antiguas que conocemos con referencia a la fiesta se conservan en el Archivo Diocesano de Santillana del Mar, y datan de inicios del s.XVIII.
Estos escritos señalan que el 20 de enero se celebraba en Vargas una fiesta en honor a San Sebastián, y decía:
El día de la fiesta se iniciaba con una misa y se sacaba al Santo en procesión. Al finalizar en el portal de la iglesia comenzaban a prepararse las perolas donde se iba a depositar la comida. Al toque de las campanas, los vecinos comenzaban a acercar las comidas. Estas eran preparadas en sus cocinas a base de legumbres, embutidos y patatas, aunque también había quien aportaba el pan, el vino o alguna limosna.
La noche antes de la fiesta, se reunían todos los vecinos en concejo público tratándose en el mismo los asuntos más importantes para el pueblo.
Se comenzaba repartiendo pan y vino a los asistentes, después se leían las cuentas, se subastaban los bienes que tenía el pueblo, como prados o arboledas y se concursaba la limpieza de las cunetas de las carreteras.
Se nombraban los mayordomos para la limpieza de las iglesias durante el año. Para la ermita del Ángel se elegía al vecino que fuese el último casado durante el año recién finalizado. Los nombramientos del campanero y del encargado de realizar los avisos de la Junta también se llevaban a cabo durante este concejo.
Actualmente la Junta Vecinal también convoca un concejo público la noche antes de la fiesta presentando a lo largo del mismo las cuentas del pueblo y valorando las actuaciones realizadas. Del mismo modo los representantes de la Junta responden a las propuestas o quejas de los presentes.
Aunque actualmente no se ha perdido la tradición, la fiesta ha ido transformándose y adaptándose a los tiempos. La ausencia de mendigos y pobres ha supuesto que los vecinos ya dejen de participar activamente en la preparación de las comidas. Ahora la Junta Vecinal encarga un gran cocido en un restaurante para repartir entre los asistentes.
El día grande de la fiesta de «La Perola» es el 20 de enero en Vargas. Sin embargo, el inicio de las celebraciones comienza la tarde del 19 de enero, cuando a la salida del Colegio los niños de la localidad reciben un bocadillo y un refresco por parte de los representantes de la Junta Vecinal.
El culto a San Sebastián como protector contra la peste data de muy antiguo. Ya en el año 680, la ciudad de Roma estaba infectada de esta epidemia -La conocida como Peste Antonina– y los ciudadanos construyeron un altar con la imagen del santo en la Basílica de San Pedro.
La gente fue a invocarlo y, según se dice, la peste cesó de inmediato. Fue a partir de este momento cuando ciudades tan importantes como Milán (1575) y Lisboa (1599) recibieron la ayuda del santo.
En España son muchas las ermitas y capillas levantadas en su honor. Durante los siglos XV al XVII fue habitual que muchas poblaciones afectadas por la peste en España se encomendaran a él y realizaran una promesa si el santo los liberaba de dicha epidemia.
Por ello el día de San Sebastián todavía se celebran en muchas localidades oficios religiosos para agradecer al santo su intercesión.
A finales de la Alta Edad Media y comienzos de la Edad Moderna la zona norte de la península se vio duramente afectada por la Peste.
Así, se constatan la existencia de pestes en la ciudad de Santander en 1503. En la villa de Laredo en los años 1514-1519. En los pueblos de Herrera y Muriedas en 1529. La de Santander de 1574. Por último, la más virulenta, en 1599 originada en Santander que se extendió por toda la región a través de mercancías y ropas traídas en barcos procedentes de Flandes.
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