Cada lugar es especial, y hay ocasiones en que he tenido la sensación que las propias piedras, las propias ruinas desean hablar, pues guardan la historia en muda congoja. Pero el bien y el mal anidan de igual manera, sensaciones positivas también son sentidas, pero desde luego, y por la propia condición humana, somos más propensos a captar lo negativo que lo positivo
Un lugar abandonado no es únicamente un lugar de morbo en donde buscar fantasmas, posiblemente los hechos acaecidos en un determinado enclave impregnen de alguna manera el enclave y estas impregnaciones perduren en el tiempo hasta que, un día, bajo unas determinadas circunstancias desconocidas y seguramente provocadas por un ser humano vivo, por una mente “especial”, sea capaz de decodificar determinada información y posiblemente esta se manifieste en lo que denominamos plano físico de alguna manera. Lo sorprendente es que, en ocasiones, estas manifestaciones parecen poseer una determinada inteligencia, lo que en gran manera nos desconcierta. Por otra parte, un lugar abandonado de especiales características puede influir en determinada manera sobre quien lo visita, también pudiendo desencadenar algún tipo de fenomenología anómala. La sugestión o el miedo, pero sobre todo el estado modificado o semimodificado de consciencia son detonantes de lo que denominamos paranormal, y el lugar abandonado actúa como una Ouija o cualquier otro sistema que altere nuestra psique.
No todos los lugares causan las mismas sensaciones, positivas o negativas. A lo largo de años he visitado muchos, unos pintorescos, otros apenas con cuatro ruinas, otros enormes, hospitales, sanatorios, abadías, conventos y todo un reguero de lugares ante los cuales es imposible no sentir, pero la pregunta se hace obvia, ¿Por qué unos sienten unas cosas y otros, otras muy distintas? Simplemente porque nuestra sensibilidad funciona parecido al dial de una radio, no todos “sintonizamos la misma emisora” y evidentemente el mensaje captado es diferente o muy diferente.
En esta ocasión me centro en una parte de estos enclaves no tenida en cuenta por muchos investigadores, los pasillos. Al parecer, otros enclaves como dormitorios, salas de espera, habitaciones donde se postraron camas, etc…, parecen ser lugares más propicios para sentir y experimentar. Sin embargo, por los pasillos ha transitado la emotividad, hay quien cree que las almas de quienes fallecieron en un determinado lugar o quienes de una manera u otra se hallaron ligados a un determinado enclave, aún continúan deambulando por el lugar, los pasillos y las escaleras conectan las diferentes estancias del lugar, por lo que, probablemente, sean lugares idóneos para experimentar.
Como resulta evidente en todos mis escritos, no es mi intención el convencer a nadie, pues cada cual es muy libre de creer o negar mis experiencias, sin embargo, lo personal difícilmente se puede tachar de irreal, más que por los clásicos negadores compulsivos o por aquellos investigadores de culo en sillón y dedos en el teclado de internet (Si uno es pescador, y cada día se hace a la mar, por mucho que se proteja, al final acaba por mojarse y solo aquella persona abierta de mente y de miras y quien como yo, haya experimentado, será capaz de creer). No obstante, tampoco es una cuestión de fe, simplemente unos relatos vividos en primera persona cuya única función es dar que pensar y, en última instancia, usted, el lector será quien deba extraer sus propias conclusiones.
Los pasillos del Colonia Puig
Si buscamos unos pasillos lúgubres y agonizantes, el Colonia Puig, un antiguo restaurante hotel, icono de la burguesía en tiempos no muy lejanos, son de lo más ideales.
Hoy en restauración, hace apenas unos años este enclave se encontraba en total abandono con techos derruidos y caídos, escombros por doquier y maderas corroídas por las inclemencias del tiempo pertenecientes a determinados enseres: Sillas, sillones, mesas, camas e incluso un piano del cual aún se podían observar algunas varillas y cuerdas.
De una sala a otra, lúgubres, más que lúgubres pasillos diría yo, y nosotros armados con grabadoras, detectores de movimiento, electromagnetismo y toda la tecnología de la que disponíamos. Más allá del intento de captar psicofonías, fenómeno nada despreciable, los cambios de temperatura se hacían evidentes, pasando de un extraño calor a un más extraño frió. Pasillos difíciles de transitar, derruidos, húmedos, con extraños olores debidos al paso del tiempo… Las sensaciones de sentirse observado no tardan en aparecer, tal vez algo muy subjetivo para algunos, pero una facultad totalmente real, la de darnos cuenta de cuando alguien clava su mirada con determinado interés en nosotros. Ante nuestra petición de manifestaciones, un ruido parece evidenciar que “algo se acerca” para luego detenerse. Las posibilidades de explicación son varias: Seguramente un animalillo, alguna alimaña, o al menos eso deseamos creer aún a sabiendas que la mayoría de alimañas optan por huir si les es posible. Una vez tras otra los ruidos y golpes son precedidos de nuestras peticiones, una especie de código que posiblemente manifieste algo muy sencillo: “Aquí estamos”.
Algunas manifestaciones resultarán de pobre interés para algunos (Sobre todo para aquellos que jamás han experimentado). Provengan del entorno, de los fallecidos, de otras dimensiones o de nuestra mente, hay hechos y ocasiones que resultan fascinantes, en las cuales el miedo y la sugestión son aliados para el experimentador ávido de sensaciones que por otra parte dejan su impronta en ocasiones en los equipos tecnológicos.
Este enclave, aparte de su último uso como icono de las altas esferas más acomodadas, ha sido también usado como hospital de campaña durante la guerra, usado también para diferente ritualística. En definitiva, un lugar cargado de diversas impregnaciones.
Los pasillos y escaleras del Hospital del Tórax de Terrassa
Como pasa en tantos lugares y con tantas cosas, mucho se ha comentado acerca de este enclave, muchos de aquellos enigmas que se han dicho de este lugar pueden tener una explicación razonable. Sin embargo, no por ello dejamos de encontrarnos ante un lugar idóneo para “sentir”.
Sus increíbles dimensiones, sus más de mil habitaciones y esos pasillos lúgubres son escenario idóneo para lo inexplicado. No en vano, cuando grabamos con Cuarto Milenio aparte de su iglesia, el lugar elegido como escenario fue precisamente uno de sus pasillos, el cercano a la planta número nueve y en donde las monjas tenían sus estancias. Las inclusiones psicofónicas no tardaron en parecer incluso teniendo como testigos a las cámaras de televisión. Algo parece anidar en su interior, algo parece recorrer sus pasillos observándonos en cada instante y en varias ocasiones lo sutil, lo inexplicado, interactuó con lo físico, y fue precisamente en uno de sus pasillos cuando en cierta ocasión grabábamos un documental para una productora valenciana, que cuando comentábamos en grupo algo pareció cruzar entre nosotros, todos pudimos sentir la brisa de aire como de quien cruza a cierta velocidad. El cámara, ajeno a todo cuanto tuviese que ver con lo paranormal o misterioso, aseguró que alguien le había pisado, señalándome a mí. Sin embargo, el suelo estaba polvoriento y las suelas de nuestros zapatos de igual manera, y de haberle pisado yo o cualquiera de mis compañeros obligatoriamente hubiese dejado la marca encima de su zapato, tal y como luego comprobamos. La sorpresa para aquel cámara fue mayúscula, pues evidentemente había sentido la pisada, pero no por ninguno de nosotros.
Hay quienes aseguran que el sonido de los ascensores en determinados momentos se puede escuchar, unos ascensores que llevan años inmóviles, al fin y al cabo el camino que recorren no deja de ser un pasillo en vertical.
También han sido numerosos los testigos que han asegurado sentir como los tocaban, escuchar voces, grabarlas e incluso contestarles mientras recorrían sus pasillos. Algo parece que aún continua moviéndose de una estancia a otra, algo parece no haber muerto o quizá nunca haber estado vivo, pero eso sí, en determinadas ocasiones… se puede sentir e interactúa con el visitante.
Los Pasillos del Sanatorio de Agramonte
Otro de los enclaves clásicos del misterio en nuestro país, situado en plena Sierra del Moncayo, el Sanatorio de Agramonte, es y continua siendo, a pesar de su maltrecho estado, cuna de peregrinos en busca de lo insólito, de simple morbo o de caza psicofónica. Lo cierto es que este lugar nos ha “llamado” a muchos, pero todo cuanto se cuenta sobre el se funde entre la leyenda y el mito con ciertos atisbos de realidad. Para unos tan solo unas ruinas, para otros un lugar lúgubre donde “algo” no demasiado positivo habita, pero si hacemos caso a la teoría de las impregnaciones e infestaciones, un enclave en donde se ha ejercido la medicina, donde a pesar de no existir un tratamiento específico por aquella época donde las afecciones de pulmón y la tuberculosis eran en muchos casos preludio del final, con total empeño, quienes ejercieron allí la medicina se volcaron en dar esperanza y hacer cuanto se pudiera para curar a los máximos pacientes posibles. Por ello, si algo habita, quedó impregnado entre sus paredes y no tendría por qué ser negativo, pero lo cierto es que en estos pasillos, muchos hemos recogido registros que tanto en su mensaje como en su tonalidad parecen evidenciar la agonía y la tristeza. Hemos creído escuchar pasos, extraños sonidos, cada vez que se recorren sus pasillos algunos sentimos una extraña congoja, como en tantos casos hay quien asegura haber visto sombras deambular en su interior. Estos pasillos, sus escaleras, los pasadizos que conducen al sótano, son las antesalas de “algo” que no se puede definir, posiblemente una sensación producida en parte por la sugestión. Siempre he insistido en que este lugar para mí es diferente, como bien dijo en una entrevista el periodista Francisco Pérez Caballero, uno de aquellos lugares que mejor no volver a visitar.
Hace algunos años los pasillos y estancias del sótano se encontraban plagadas de pulgas y otros insectos, en nuestro caso no fue nada especial, pero en otras visitas realizadas por diferentes personas, estos diminutos habitantes se han cebado en ellos produciendo graves afecciones.
Los Pasillos del Preventorio de Busot
Este es otro de los lugares que me ha maravillado y a la vez sorprendido, otro enclave lúgubre y siniestro, prácticamente derruido y muy posiblemente a la espera de un total final. Adentrarse en él, hoy en día prohibido, es claramente un riesgo: Sus techos y pasillos de cada planta agonizan silenciosamente. Desconozco su estado actual, pero antaño, hace algunos años, sus pasillos y, sobre todo sus escaleras, fueron escenario de lo insólito. Mi buen amigo, maestro y reconocido investigador Pedro Amorós logró captar la fotografía de lo que claramente parece ser un “fantasma”, una cámara fotográfica mediante un disparo de larga exposición, captó una especie de silueta luminaria de alguien que “no estaba”, tal vez en la rapidez se encuentre parte de la explicación del por qué se captó este “fantasma”, y reconozco que en muy pocas ocasiones he validado fotografías de otros investigadores, pero desde luego, en esta ocasión me encuentro claramente con lo inexplicado captado por el ojo de la cámara.
Las leyendas corren más que los “fantasmas” por sus pasillos, pero la clásica aparición lumínica relacionada con una silueta humana, muchos la han asegurado ver.
El llanto parece recorrer cada punto de este lugar, cuya historia es muy variada, desde balneario para la más alta sociedad hasta su último uso, sanatorio para el tratamiento de afecciones de pulmón y otras, sobre todo en niños.
Rápidamente aparecen las leyendas de malos tratos, testigos que hablan mal del lugar, otros que hacen lo contrario, unos investigadores que dicen que hay y otros a quienes no gusta que se hable de este lugar, se habla de malos tratos a los niños, de un posible horno incinerador que nadie conoce su ubicación, de tantas cosas, que de no ser ciertas, ahora lo son como creaciones mentales retroalimentadas por muchos.
Las Calles del Pueblo Viejo de Belchite
Cada calle, cada pasillo interior de cada casa del Pueblo viejo de Belchite tiene su historia, una historia común de guerra y sufrimiento, icono del horror de lo que nunca debió suceder.
Un monumento a la barbarie de la Guerra Civil española, punto de encuentro de milicias enfrentadas en un ir y venir, en avance y retroceso, un pueblo masacrado por unos y por otros, cuna de la psicofonía para muchos.
Fantasmas han hecho acto de presencia evidenciando situaciones pasadas, una especie de bucle hologramático que se repite una y otra vez y que solo aquellos que son más sensibles o sensitivos pueden llegar a ver o percibir, o tal vez bajo las circunstancias adecuadas, que “algo” se manifiesta. Estos casos de apariciones ya no vienen de ávidos buscadores de lo insólito, cineastas, visitantes y curiosos han asegurado ver… incluso escuchar…
Escenario ideal para la sugestión, sin embargo las sensaciones son diferentes a otros enclaves análogos, por ejemplo a Corbera D`Ebre en Catalunya, otro de los pueblos que aún quedan en pie y son cuadros, ejemplos vivos de la locura de la guerra, pero con sensaciones enfrentadas, diferentes, al menos en los centros de ambos pueblos. Otro tema diferente serían las inmediaciones, las fosas, las trincheras y otros escenarios de la batalla en donde es posible percibir sensaciones similares de angustia. Estoy convencido de que algo real e inexplicado habita en Belchite y recorre sus calles y pasillos, tal vez quienes no han abandonado aún este pueblo después de su muerte, tal vez una apreciación un tanto arriesgada, pero personal y difícilmente criticable.
Os animo a recorrer sus calles, hoy en día dudo que se puedan acceder a alguno de aquellos pasillos y pasadizos internos de determinadas viviendas, pero a mí, desde luego, en su día me hicieron sentir…
Los Pasillos del Miedo de Cheste
Este centro de salud mental, hoy en total abandono a las afueras de Cheste (Valencia), es otro lugar por descubrir. La concepción de los pasillos del “Miedo” cobra una especial trascendencia en este enclave, y es que todo invita a ello. Pasillos que aún a plena luz del día están oscuros, largos y angostos, llenos de ruinas, algunos parcialmente quemados. A un lado y a otro decenas de habitaciones, gran parte de ellas acondicionadas para la gente menuda, para niños, leyenda y posible mito de cuanto aconteció allí… Sin embargo, estos lugares no escapan en absoluto a la impregnación emotiva, pues durante su funcionamiento la emotividad sin duda alguna estaría a flor de piel, habitaciones en donde aún se pueden observar dibujos y pinturas infantiles. Creemos que los más pequeños, pero sobre todo los adolescentes, bajo determinadas circunstancias, propician lo que denominamos fenómeno paranormal.
Si hay un lugar especial en sensaciones “extrañas”, sin duda alguna es este. Como en tantos lugares análogos algo parece recorrer sus pasillos y estancias. En las horas nocturnas, cuando nuestros sentidos se agudizan es posible sentir más, como si hubiese un psiquiátrico diurno y uno diferente nocturno. Las pequeñas bañeras de obra invitan a imaginar historias, más allá de lo que se cuenta.
Curiosamente, y a diferencia de otros lugares similares, es posible para quien tenga más desarrollada la sensibilidad, el sentir esas posibles presencias en las estancias más abiertas, incluso en las que por tejado tienen el cielo y la luna, con un árbol en medio del patio que fue testigo mudo antaño y lo continúa siendo a día de hoy.
Aunque la siguiente experiencia sea subjetiva y seguramente tachada de mentira por quienes no llegan a comprender o por quienes tan solo buscan difamar lo que denominamos “misterio”, en cierta ocasión, durante las horas nocturnas, la sensitiva que me acompañaba notó cierta presencia como acercándose por el pasillo que terminaba en una gran sala con aseos al fondo, posiblemente un gimnasio: “Algo se acerca… ¡¡Viene!!”, Exclamó.
Desde luego no fui yo quien vio ni sintió nada en aquel momento, pero al cabo de escasos e interminables segundos, unos ruidos como metálicos, por definirlos de alguna manera, se comenzaron a escuchar, no a modo de psicofonías, si no a oido desnudo. La sensación era como estar en el centro de aquellos equipos de sonido cuadrófónicos de antaño, siendo imposible determinar de donde provenían esos ruidos que a los pocos segundos terminaron. El camino de acceso a la sala, solo un pasillo y nadie más que nosotros en el interior, un sonido extraño que se fue como vino, tal vez una especie de alerta. Una vivencia que cada uno puede creer o no, pero vivida por nosotros, subjetiva o no…
Decimos que hay ocasiones, aquellas en las cuales “algo” se manifiesta, en la que nos inundan sensaciones de desasosiego, dolor de cabeza e incluso nauseas, pues esa madrugada, todo ello sucedió, para desvanecerse en la nada una vez que salimos del lugar. Sea como fuere, personalmente es un lugar que me atrae…
Los pasillos de un lugar sin nombre
Hace algunos años realicé un experimento llamado “La Llamada de los Espíritus”, el cual trataba de intentar provocar el fenómeno con independencia del lugar o teniendo en cuenta su historia, pero siempre como eje central la mente de un sensitivo/a. La experiencia no concluyó en la manera que hubiese deseado, y aún está pendiente de más experimentos, sin embargo en cierta ocasión, en un lugar del cual no puedo dar excesivas referencias, cercano a Castellón, vivimos unas horas intensas.
Un lugar abandonado como tantos otros, pero con peculiares actividades durante su funcionamiento que seguro desencadenaron fuertes emotividades y se vivieron de forma muy especial e intensa, un enclave idóneo para la experimentación. Tras una visita, posterior a otras para determinar la seguridad del lugar y levantar un croquis detallado, en una primera experiencia con una sensitiva, los resultados, aunque como siempre para muchos, subjetivos, no se hicieron esperar. Visitamos cada una de las estancias y habitaciones, un lugar marcado por la tragedia, pero rápidamente esos ecos de posibles impregnaciones se hicieron notar en la psique de la sensitiva. En uno de los pasillos, el más largo, “algo” pareció manifestarse una vez entrada la tarde invernal, una especie de luminaria pareció recorrer el final del pasillo. Ávido de ganas de fotografiar aquello fuese lo que fuese, corrí cámara en mano, pero a veces, en gran parte de estas ocasiones, el fenómeno parece jugar con nosotros, un juego maquiavélico al despiste, sin poder llegar a captarlo.
Puedo asegurar, y quedan aquí nuestras experiencias personales, que sea lo que sea lo que se “respire” en este lugar, es algo intenso, desestabilizador y notado por dos sensitivas como «no positivo”. Lo más curioso es que, dos sensitivas que sin conocerse entre sí y sin tener referencias del lugar, sintieron y creyeron ver lo mismo, apreciaciones demasiado acertadas que desde luego me dan mucho que pensar.
Agradecimientos especiales a Maru y a Micaela por su inestimable ayuda como sensitivas. Posiblemente aquello que una vez se vivió en un lugar, las emociones y emotividad perduren en semiinconsciencia, reviviendo como en forma de bucle, una y otra vez, lo vivido en un pasado que se convierte en un presente.
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